Habiendo reconocido lo que es el vehículo por el cual nos movemos, compuesto inseparablemente de una mente, cuerpo y espíritu, lo que nos lleva a investigar es la naturaleza misma de lo que crea este complejo. Para esto tenemos la dirección que Ra llama las disciplinas de la personalidad.
“El corazón de la disciplina de la personalidad es triple: Uno, conócete a ti mismo. Dos, acéptate a ti mismo. Tres, conviértete en el Creador”.
Ra 74.11
El primer paso es en realidad el más importante, porque es el que nos saca irremediablemente de la creencia de separación, es el despertar más profundo que ocurre en la experiencia encarnativa, porque es algo que ocurre a nivel experiencial y que se reconoce como algo tan íntimo que irrevocablemente nos cerciora de nuestra verdadera identidad.
Yo Soy
Conocerse a uno mismo es una invitación que ha rondado siempre el núcleo de las enseñanzas místicas. En el templo de Apolo en Delfos, Grecia, está inscrito Nosce te impsum, conócete a ti mismo. Si sabemos que en Grecia nacieron las raíces para nuestra filosofía y cultura occidental, vemos que desde un inicio la sugerencia de conocerse a uno mismo estaba establecida en los cimientos del pensamiento griego.
El maestro Jesús, otro místico que impactó incalculablemente nuestro mundo, enfocaba sus enseñanzas en lo que era este reconocimiento. El lenguaje que usaba era el de la época, llamando a la esencia de la realidad Dios y en el género masculino, aunque un estudio más profundo de otros evangelios revela que la metafísica de Jesús era andrógina o simplemente sin género. Sin embargo, el mensaje estaba fundado en el ser mismo.
“Cuando os conozcáis, entonces seréis conocidos y os daréis cuenta de que sois hijos del Padre viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, entonces vivís en la pobreza y vosotros sois la pobreza”.
Evangelio de Tomás
Aunque Jesús es conocido por haber sido críptico en sus enseñanzas, y existen varias razones por las que debía serlo, en muchas ocasiones dejaba más claro para el estudiante que se refería a la esencia misma de la realidad, al ser o la consciencia como la estudiamos en este modelo particular.
Recapitula que esta identidad que buscamos al conocernos a nosotros mismos, se ha descrito de muchas maneras, lo cual crea confusión para el buscador superficial, pero claridad en el buscador profundo. Dios, Creador, Brahman, Ein Sof, Consciencia, Ser o No Ser (los hindúes y budistas tienen este debate aún vigente luego de miles de años), Tathagata, Creador, Infinidad Inteligente, y la lista se extiende. Sin embargo, todo esto se reconcilia en la experiencia directa del ser: Yo Soy.
Continuando con las enseñanzas de Jesús, y entendiendo más sobre lo que es esta experiencia del ser, la simple sensación de ser que nos apunta a la esencia de la realidad, considera la siguiente discusión entre Jesús y unos judíos en un templo. Como prefacio a esta discusión, Jesús estaba siendo atacado verbalmente por lo que profesaba, diciendo que aquel que siguiera su palabra no iba a ver la muerte, un entendimiento místico de que cuando te conoces, sabes que lo que realmente eres es inmortal, no el ego, sino la consciencia misma que nunca puede desaparecer.
«Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, lo mismo que los profetas; ¿y tú dices: “El que guarda mi palabra, nunca verá la muerte”? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abrahán, el cual murió? ¡Y también los profetas murieron! ¿Quién te crees tú?»
Le dijeron los judíos que se ofendían claramente al escuchar a Jesús decir esto, pero no era a Jesús propiamente a quienes escuchaban, sino a la proyección egóica de ellos mismo en Jesús. Dicho de otra manera, pensaban que Jesús hablaba como persona separada. Jesús, al notar esto, les responde con lo siguiente.
«Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; pero el que me glorifica es mi Padre, el que ustedes dicen que es su Dios. Ustedes no lo conocen, pero yo sí lo conozco. Y si yo dijera que no lo conozco, sería un mentiroso como ustedes. Pero lo conozco, y obedezco su palabra. Abrahán, el padre de ustedes, se alegró al saber que vería mi día. Y lo vio, y se alegró».
Sus primeras palabras admiten que si el estuviera hablando de su ser manifestado como lo trascendental, sería vacío, y luego aclara que está hablando de su esencia, la cual ellos no conocen porque de ser así, no lo estuvieran atacando. Finalmente, porque la conversación era sobre Abrahán que murió y Jesús asegurando de la inmortalidad al conocer su palabra mística, dice que Abrahán sabía muy bien de este conocimiento. A esto los atacantes dicen.
«Ni siquiera tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?»
A lo que Jesús les responde.
«De cierto, de cierto les digo: Antes de que Abrahán fuera, yo soy».
Esto termina con los judíos, ofendidos, agarrando piedras para arrojárselas a Jesús, quien se escapa del templo.
Es notable cómo Jesús se refiere al yo soy aquí como la explicación final de su aseveración. Evidentemente Jesús no estaba hablando con su eso al decir que él estaba por encima de Abrahán, sino que el yo soy está por encima de todo y todos.
De más está decir que en el oriente la idea de saber quién o qué eres ha impregnado la filosofía y el estudio espiritual de tradiciones como el budismo, hinduismo y taoísmo. Cada una de ella establecen al Ser como la esencia misma de la realidad, e invitan al estudiante a un viaje interno de exploración profunda.
En hinduismo la palabra atman tiene su raíz de significado en aliento, movimiento, o esencia, y siempre ha sido culturalmente aceptado que todo es atman. En budismo tathagata se usa para referirse al ser trascendental, nuestra verdadera naturaleza. En taoísmo el mismo tao es la esencia del todo.
Zen es algo peculiar, en que no tienen conceptos de absolutamente nada, sino que se caracteriza por enseñar la trascendencia con transmisión directa. Esto se estimula con koans, que apropiadamente se puede traducir a un caso, como en una corte se presentan casos para ser analizados y resueltos. Estos casos generalmente se dan en forma de pregunta, y aunque varían las maneras en las que los maestros los presentan a los estudiantes, el enfoque es en resolver quién eres.
¿Por qué entonces es tan importante que sepamos quiénes o qué somos?
La crisis de identidad
El problema fundamental de la búsqueda espiritual es uno de identidad, estamos confundidos con lo que somos en esta realidad, y nos sentimos ajenos a los procesos de la naturaleza, la sociedad, y el universo en general. Nos sentimos perdidos, separados, alienados, en una experiencia de vida que pareciera no importarle nuestras emociones ni el destino de nuestras acciones.
El postulado principal de toda filosofía unitaria nos invita siempre es a conocernos a nosotros mismos, porque no sabemos lo que somos. Y en cada una de estas filosofías que nos habla de nuestra verdadera identidad, nos sugiere que lo que realmente somos es el universo mismo, la esencia de la naturaleza, Dios, el Creador, o el Ser mismo.
“Eres todo, cada ser, cada emoción, cada suceso, cada situación. Eres unidad. Eres infinidad. Eres amor/luz, luz/amor. Tú eres. Esa es la Ley del Uno”.
Ra 1.7
Nota cómo Ra nos explica en la primera sesión que lo que somos es todo, la unidad misma, y notablemente nos dicen tú eres, que en contraposición es decir yo soy, lo cual parece algo muy básico y, aunque lo es, su implicación es infinitamente expansiva. La cualidad misma de ser es lo que vamos a explorar a fondo en este taller, porque en esto que damos por hecho sin mucha consideración, está la esencia misma de lo que buscamos.
En la siguiente definición, temprano en las sesiones iniciales del contacto, Ra nos deja con una palabra provocativa como sinónimo de la unidad.
“La Ley del Uno, aunque más allá de las limitaciones del nombre, como ustedes llaman a los complejos vibratorios de sonido, puede aproximarse afirmando que todas las cosas son una, que no hay polaridad, ni bien ni mal, ni desarmonía, sino sólo identidad”.
Ra 4.20
La unidad y lo que conocemos íntimamente como identidad, no en relación con otras cosas o formas, sino la identidad sola, es lo mismo que la unidad.
Amarse a sí mismo
La aceptación, que es el segundo paso de las disciplinas de la personalidad, es el resultado de nuestro descubrimiento inicial, de reconocer realmente quiénes somos. Este paso es quizá el más difícil para la mente condicionada, porque ahora nos lleva a desafiar todas nuestras creencias de identidad, a cuestionar lo que hemos cultivado como seres separados, victimizados, culpabilizados, y las etiquetas que nos definían antes de la autorrealización.
Este proceso lo vemos en dos pasos, el primero es que debemos aceptar lo que somos fundamentalmente, la consciencia única de donde todo emana, y el segundo es un producto de este mismo reconocimiento, lo cual nos permite aceptar ahora todas las aparentes distorsiones que hemos acumulado y que, curiosamente, adornan nuestra individualidad.
En el contexto de trabajar en las disciplinas de la personalidad, para ser más eficiente en la aceptación central del yo, primero es muy necesario conocer las distorsiones del yo que la entidad está aceptando.
Ra 82.3
La aceptación es una parte esencial del proceso que veremos más adelante sobre sanación y balance a través de los centros energéticos y kundalini. Por ahora, vale la pena mantener en mente que este segundo paso es una característica inseparable de lo que es la consciencia. Aquí empezamos a notar que el ser mismo es la fuente de todas las cualidades que buscamos en el camino espiritual. Es otra manera de entender que el ser es perfecto, sin distorsiones, y residir en esa presencia transforma los procesos mentales que nos colorean la vida, provocando la sanación.
Por último, convertirse en el Creador es el fruto de conocerse y aceptarse, es un proceso en constante evolución, queriendo decir que no es una transformación estática e inamovible, sino que es dinámico y adaptable. Es la base del servicio particular que venimos a dar no sólo al planeta, sino a todo el universo.
“El tercer paso es aquel paso que, cuando se realiza, lo convierte a uno en el servidor más humilde de todos, transparente en personalidad y completamente capaz de conocerse y aceptar a los demás”.
Ra 74.11
No existe una manera más directa de conocer y aceptar a otros que a través del Creador mismo que se manifiesta en nosotros. Puesto de una manera más relacionable, cuando te conoces y te aceptas a ti mismo, es que puedes realmente conocer y aceptar al otro desde su corazón. Pudiéramos decir que es una aceptación de corazón a corazón.
Nuestro propósito de vida entonces se revela como el simple hecho de vivir haciendo lo que estamos haciendo, donde sea que estemos viviendo, con las personas que nos rodean, irradiando la paz y el amor del Creador Único Infinito. Este es el propósito de conocernos, y lo que vamos a usar como piedra angular en nuestras prácticas de integración más adelante.