La Esencia de la Meditación
La meditación puede ser un gran enigma para el iniciado por tantas diferentes iteraciones de esta práctica que en realidad es una no-práctica. Aquí vamos a entender por qué es que no es una práctica per se, y por qué, aunque no existe una manera correcta o incorrecta para meditar, hay una esencia a la meditación.
Interrogador: ¿Recomendarías una técnica de meditación?
Ra: Soy Ra. No.
Ra — 49.7
Interrogador: ¿Existe una manera de meditar que sea la mejor?
Ra: Soy Ra. No.
Ra — 17.40
Si hay algo que podemos decir que los tipos de meditación tienen en común es que 1) relajan la mente y 2) te conectan con las profundidades de tu ser. El camino místico busca entonces investigar el fundamento de estos dos aspectos. Esto es algo que ya hemos hecho, al haber encontrado en la naturaleza de nuestro ser la paz absoluta y nuestra verdadera identidad.
De modo que la relajación completa de la mente no es más que nuestro verdadero ser, ahí hemos unido ambos aspectos de la meditación en la identificación de quién realmente somos. La esencia de la meditación entonces no es más que el constante reconocimiento de lo que somos fundamentalmente: consciencia pura e indiferenciada.
“La meditación pasiva que implica el despeje de la mente, el vaciado del revoltijo mental que es característico de la actividad del complejo mental entre tus pueblos, es eficaz para aquellos cuyo objetivo es lograr un silencio interior como base desde la cual escuchar al Creador”.
Ra — 49.8
Para la mente activa este tipo de meditación es muy incómoda, porque no se le da ningún tipo de atención o muleta por la cual mantenerse mientras se logra un silencio gradual. Por eso sentimos una rebelión constante de pensamientos y distracciones que contienen una inercia condicionada por el pasado. Lo que nos interesa en este método es reconocer la consciencia que permanece siempre inmutable ante la actividad mental.
Esta consciencia ya la hemos identificado como nuestro propio ser, por eso la práctica está en mantenernos presentes incluso ante la actividad mental. No es necesario que los pensamientos cesen, sino establecer presencia a cada momento de la siguiente manera:
Lo primero que hacemos es reconocer nuestra esencia, podemos empezar por el cuerpo y sus sensaciones, y luego pasar a la mente y sus pensamientos, para eventualmente llegar a la consciencia que está teniendo esas sensaciones y pensamientos. Tanto las sensaciones como los pensamientos comparten esa cualidad impermanente, donde vibran, aparecen y desaparecen, son temporales y efímeros, sin embargo, la consciencia que se percata de su existencia es permanente e inmutable, inafectada por lo que pasa por su campo. Esa consciencia es el Yo, es la cualidad misma de ser. Establecidos en esa identidad, la verdadera identidad, contemplamos lo que es al momento sin querer cambiarlo.
Pero existe un paso adicional, una vez que estamos establecidos en la consciencia y podemos experienciar lo que está sucediendo en el campo temporal de la mente y el cuerpo, tenemos una última dirección a donde dirigir la atención de la consciencia: hacia sí misma. Esto ya no es un enfoque, porque el objetivo de la atención es la fuente de la atención misma, es un descanso de la consciencia que normalmente está atendiendo los procesos mentales y físicos con interés, hacia sí misma. Este es el silencio total de la mente requerido para el trabajo de procesar nuestros patrones mentales.
El requisito previo del trabajo mental es la capacidad de retener el silencio del yo en un estado constante cuando lo requiera el yo. La mente debe estar abierta como una puerta. La clave es el silencio.
Ra — 5.2
Con este requisito previo cubierto podemos comenzar los trabajos de desbloquear y sanar nuestro sistema energético. Todo lo que se presenta ahora puede ser observado y aceptado desde la posición única e imparcial de la consciencia, donde no existe juicio, apego o aversión, y todas las cosas pueden ser vistas bajo la misma luz de conocimiento, un conocimiento no intelectual.